Adiós by Cielo Latini

Adiós by Cielo Latini

autor:Cielo Latini
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Romántico, Novela
publicado: 2019-07-30T03:00:00+00:00


dieciséis

A partir de la tarde de la confesión y durante unos cuantos días, mi teléfono no paró de sonar y vibrar mostrando en la pantalla el nombre de Germán. Cada vez que leía su nombre en la pantalla me temblaban las manos y se me cerraba la garganta. La décima vez que llamó lo atendí y sin escuchar qué decía me animé: no me llames más, por favor, dejá de llamar, no tenemos nada de que hablar nosotros.

No sirvió de nada, las llamadas se sucedían. Había días de silencio y días en que caían diez o quince llamadas juntas. Cada vez que se iluminaba mi teléfono con ese nombre que ahora me causaba terror, temblaba. Desarrollé una especie de fobia al teléfono, lo dejaba abajo de la cama o adentro de la cómoda, en un cajón, hasta que volviese Jaime.

—Amor, no para de llamar.

Jaime se encargó de escuchar los mensajes de voz de Germán mientras yo lo miraba preocupada desde el otro lado de la mesa.

—Bueno, en algunos te pide perdón, en otros te insulta, en varios las dos cosas a la vez. En los últimos grita que sos una mentirosa y que le estás cagando la vida. Y hay un mensaje de la nefasta de tu tía diciendo cosas horribles. Amor, en mi opinión, bloqueá todos los números y que se vayan a cagar. Ya bastante te cagaron la vida. Es más, te diría que sería conveniente que te acercaras a la comisaría a hacer la denuncia. Si en algún momento pensás que querés denunciarlo, yo te acompaño.

Jaime buscaba la mini-pimmer para hacer hummus, yo tostaba pan con la mirada ausente, cuando mi teléfono volvió a mostrar su nombre. Germán. A las diez de la mañana o a las doce de la noche, no tenía límites. Ahogué un grito de angustia y le pasé el teléfono temblando. Jaime atendió, por fin. Lo amenazó y le ordenó que no volviese a llamar nunca más a mi número.

—¿Querés que te cague a trompadas, pelotudo? No la llames nunca más.

Sabía que si hacía la denuncia iba a sentir por lo menos que se impartía algo de justicia. Intuía que haciendo esa denuncia yo me iba a liberar un poco de la angustia. No podía cambiar lo inevitable, lo que pasó y lo que me hacía sentir tantos años después, pero por lo menos sentiría que estaba haciendo algo. Que por fin estaba haciendo algo. Aunque fuese tarde, aunque fuera en contra de un miembro de mi familia. Por primera vez alzaría la voz para denunciar que alguien que yo adoraba me había hecho muchísimo daño.

Hubo noches en las que de lo único que hablábamos era de Germán, como si en mi vida no existiese otra arista. De pronto me encontré con que mi primo me había tomado la vida: primero con sus llamadas, ahora con el miedo que provocaba su silencio. Mandé poner alarma en casa, reforzar las cerraduras de las puertas y poner trabas en todas las ventanas. Después de meditarlo



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